Te dormís a las 3 am, y te levantás a las 5 y media porque tenés hambre. Tomas coraje para poder atravesar el frío nexo entre algo para comer y tu cama. Lo cruzás y encontras un paquete de galletitas. Hasta ahí todo bien.
Te hacés algo para acompañarlas y cuando las querés abrir, no encontrás cómo.
Nunca me pude imaginar que podía existir tanta involución humana como las galletitas sin abre fácil. No hay nada peor. Estás en tu pieza, tu estómago ruge, los cuchillos están lejos y las galletitas enfrente tuyo. Están ahí, pero nada podés hacer. Es como el perro ese odioso que te ladra cada vez que pasas y que sabés que tiene dueño; es como un cancer, un lupus, una raíz cuadrada de dos; como un/a mal/a presidente/a.
Ellas son las culpables
Pero bueno, las cosas malas pasan siempre(shit happens), y la mayoría de las veces lográs arreglartelas con una lapicera. Ese aparato debería venir en las navajas suizas.
Saludos, Mauro.